Autora: Yuri Veloza Torres
Coordinadora de Talento Humano y Seguridad y Salud en el Trabajo
Si bien la maternidad es una de las experiencias más complejas que hay, ahora sí desde mi experiencia, es de las más gratificantes; Ser mamá mientras se trabaja es todo un reto, no sólo con el nuevo ser que estas formando, sino con el entorno y con las implicaciones que se vienen más adelante cuando nace, mientras lo educas, en su adolescencia e inclusive en su adultez. Muchos seguimos a la vista de nuestros padres aún cuando ya tenemos familia. Las preguntas sobre nuestro compromiso laboral, nuestro éxito, nuestro profesionalismo y la forma en que sobresalimos en todos los entornos se hacen una constante.
La vida laboral y el mundo de la maternidad tienen un tinte que dista de muchas formas, una mezcla confusa de hormonas, escenarios, personajes, amores, odios, trabajo, fuerza, bipolaridad, rabia, entrega y decisiones. Preguntas como ¿por qué no se contratan mujeres en estado de embarazo? ¿realmente son productivas? ¿pueden separar sus emociones de su carga laboral? ¿no les duele dejar a sus hijos? ¿su pareja les ayuda? ¿pueden cumplir con todo? ¿les alcanza el dinero? ¿después del embarazo cambió tanto?
Parece chiste, pero emprender este “reto” es difícil, romantizamos el embarazo y la crianza, ¿y porque no hacerlo? Formar humanos y dejarse llevar en el proceso es hermoso, pero no es tan fácil como se ve. Todos vivimos experiencias distintas y llevar una maternidad en la vida laboral es un desafío de valientes. Las malas críticas y las opiniones mal intencionadas dañan, son pretenciosas, lastiman.
Si la vida laboral es agresiva para quienes deciden no ser papás y mamás, para quienes se arriesgan a vivir esta experiencia, sin importar el cargo, es realmente toda una pelea. No se pueden esconder los síntomas, ni los cambios de humor, mucho menos nuestras expresiones de gusto o disgusto, el cansancio y nuestra infaltable inestabilidad emocional. El run run de pasillo se vuelve un compañero permanente y la soledad el aliado mas cercano.
Irte es un respiro, ver a tu hijo es la sensación de paz más grande que existe, ese amor del que tanto te hablaron es real, ¡existe!; y después de varios meses tienes que volver nuevamente a tu trabajo, siendo otra, una mujer diferente, definitivamente más fuerte, intentando adaptarse a lo nuevo, a los horarios, haciendo un duelo que nadie entiende, peleando contigo misma por ser una mujer, que ya no es solo mujer sino mamá también.
¿Que si las mujeres callamos? Sí, nos callamos, nos frustramos, nos deprimimos, pero también nos recuperamos y esa leona que está adentro despierta. Y despierta por que ahora no somos solo nosotras, no somos solo ellas, somos un conjunto de profesionales, trabajadoras, amas de casa, esposas, hijas, amigas y algunas… mamás. Mantenemos una lucha de quienes somos y como deberíamos ser, pero no hay nada más real, que solo ser.
Seamos empáticos, trabajar con barriga, con un hijo enfermo o con una de las tantas eventualidades que surgen cuando se tienen hijos, es desgastante, doloroso y en muchas oportunidades humillante. No se puede romantizar y desconocer que después de un hijo la mayoría de las mujeres se enfrentan a un monstruo llamado sociedad y que la vida laboral continúa; nada se para.