Autora McS Luisa Alejandra García Galindo
Investigación
No existe duda alguna de que la dupla docencia-investigación es clave para lograr que la tercera función sustantiva de la educación, la proyección social, cobre vida con un mayor impacto. Con lo anterior me refiero a que, al compaginar lo que se descubre y se aprende durante un proceso de investigación llevado a cabo por un docente, tiene un efecto directo en lo que ocurre en el aula y los corazones de los estudiantes quienes, a su vez, llegan al mundo laboral impregnados de lo que a su paso han dejado sus experiencias universitarias positivas y negativas.
Es así que como lo afirma Hernández (2019), la docencia y la investigación como funciones esenciales de la universidad, deben estar inclinadas hacia la extensión, con el propósito de proyectarse a la comunidad para que ésta se beneficie de la labor y de los resultados de planes, programas y proyectos que realiza. Por esta razón, es clave que los profesores procuren que el aprendizaje de sus estudiantes sea significativo dando sentido y aplicación a lo aprendido tanto; Que lo aprendido realmente tengo un para qué y se viva en el día a día.
Es posible desde el quehacer del docente investigador, pues en ese rol existe una relación permanente con la construcción del conocimiento tanto propia (del profesor), como de sus estudiantes y colegas, permitiendo que la universidad cumpla su misión al articular la imaginación de los estudiantes con la madurez y experiencia de docentes investigadores (Hernández, 2009).
Pero ¿Quién es el docente investigador? Enríquez y Romero (s.f), definen tres modalidades: a) los que recurren a la investigación como una herramienta para la enseñanza, b) los que la utilizan como un medio para profundizar la formación y el desarrollo profesional y c) los que la usan como una estrategia dirigida a la construcción de conocimiento científico. Con sus pros y sus contras, y sin importar con cual de las modalidades nos sintamos más identificados dentro de nuestro desarrollo profesional y como educadores, se hace cada vez más evidente que debemos estar preparados en el saber investigar como un acto de rebeldía y valentía.
Atreverse a investigar, no es suficiente. Se debe estar preparado desde lo metodológico y desde lo personal para lograr cuestionar(se) de forma adecuada sobre las problemáticas detectadas, para dar cabida al análisis, a la crítica y a la reflexión y así, posteriormente, lograr cultivar en nuestros estudiantes la necesidad de indagar y dar respuesta a los intereses sociales como profesionales preparados para este mundo cada vez más interconectado y cambiante.
Referencias
Enríquez P. & Romero, M. (s.f). Modalidades y discusiones entorno a la noción de docente-investigador. Anuario Digital de Investigación Educativa. Recuperado de https://revistas.bibdigital.uccor.edu.ar/index.php/adiv/article/view/3305/2018
Hernández, I. (2009). El docente investigador como creador de conocimiento. Revista Tumbaga, 4: 185-198